jueves, 16 de junio de 2011

Clasificación aristotélica de los saberes

Aristóteles clasificó los saberes en: teóricos (theorein: contemplar, ver); poiéticos (poiein: hacer, fabricar, producir) y prácticos (praxis: quehacer, tarea, negocio).
 Los teóricos se ocupan de averiguar qué son las cosas, qué ocurre en el mundo y cuáles son las causas objetivas de los acontecimientos. Son saberes descriptivos: nos muestran lo que hay, lo que es, lo que sucede. Las distintas ciencias de la naturaleza (Química, Física, Biología, Astronomía, etc.) son saberes teóricos en medida en que lo buscan es, sencillamente, mostrarnos cómo es el mundo. Aristóteles decía que los saberes teóricos versan sobre "lo que no puede ser de otra manera", es decir, lo que es así porque así lo encontramos en el mundo, no porque lo haya dispuesto nuestra voluntad: el sol calienta, los animales respiran, el agua se evapora, las plantas crecen... todo eso es así y no lo podemos cambiar a capricho nuestro. Podemos tratar de impedir que una cosa concreta sea calentada por el sol utilizando para ello cualesquiera medios que tengamos a nuestro alcance, pero que el sol caliente o no, no depende de nuestra voluntad. Solo podemos observar y descubrir. 
En cambio, los saberes poiéticos y prácticos versan, según Aristóteles, sobre "lo que puede ser de otra manera", es decir, sobre lo que podemos controlar a voluntad. 
Los saberes poiéticos son aquellos que nos sirven de guía para la elaboración de algún producto, de alguna obra, ya sea algún artefacto útil (como una rueda o tejer una manta) o simplemente un objeto bello (como una escultura, una pintura o un poema). Las técnicas y las artes son saberes de este tipo, al igual que lo que hoy llamamos "tecnologías". Los saberes poiéticos, a diferencia de los saberes teóricos, no describen lo que hay, sino que tratan de establecer normas, orientaciones sobre cómo se debe actuar para conseguir el fin deseado. Los saberes poiéticos son normativos, pero no pretenden servir de referencia para toda nuestra vida, sino únicamente para la obtención de ciertos resultados que se supone que buscamos.
En cambio, los saberes prácticos, que también son normativos, son aquellos que tratan de orientarnos sobre qué debemos de hacer para conducir nuestra vida de un mundo bueno y justo, cómo debemos actuar, qué decisión es la más correcta en cada caso concreto. Tratan sobre lo que debería ser, sobre lo que sería bueno que sucediera. 
Los saberes prácticos no abarcan solamente a la ética (orienta la toma de decisiones prudentes que nos conduzcan a conseguir una vida buena; busca la reflexión personal y racional sobre la moral; ilumina las acciones humanas, valida y fundamenta los diferentes códigos morales que aprendemos por las instituciones) sino  también la Economía ( saber práctico encargado de la buena administración de los bienes de la casa y de la ciudad), y la Política (saber práctico que tiene por objeto el buen gobierno de la polis).

Fuente: Ética de Adela Cortina, Emilio Martínez. Edit. Akal. Madrid, España 2008. Págs. 10-12

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